Los huesos sostienen nuestro cuerpo, pero también simbolizan lo que nos da estructura emocional: nuestra autoestima, identidad y sentido de propósito.
Cuando sentimos que ese valor interior se quiebra, el cuerpo lo refleja, muchas veces en lo más sólido de nosotros: nuestro sistema óseo (Osteoporosis).
A continuación, te presento tres situaciones clave que pueden generar este tipo de herida emocional desde la Biodescodificación: .
1. Una Jubilación Forzada: El fin del “hacer” como sinónimo de valor
El trabajo no solo nos da sustento económico. También puede convertirse en una fuente de identidad, reconocimiento y sentido de pertenencia. Al jubilarnos, especialmente si no fue una elección consciente, podemos sentir que se apaga una parte vital de nuestro ser.
“Me levanto y ya no sé para qué.”
Cuando el trabajo ha sido una forma de medir el propio valor, su pérdida puede dejar a la persona con un vacío:
- ¿Qué soy ahora que no produzco?
- ¿Para qué sirvo si ya no me necesitan?
Este tipo de conflicto puede afectar a los hombres que se identificaron fuertemente con su rol laboral, o a mujeres que dejaron un entorno profesional sin una transición emocional adecuada.
Señales internas:
- Sensación de invisibilidad.
- Desánimo profundo.
- Rigidez o molestias óseas (especialmente en la columna: “el eje que me sostenía”).
Reflexionando
- ¿Cómo definirías tu valor más allá de lo que hacías laboralmente?
- ¿Qué actividades hoy te aportan sentido, aunque no sean “productivas” en términos económicos?
2. Ruptura o pérdida de rol: Ya no soy quien era
A lo largo de la vida cumplimos distintos roles: madre/padre, pareja, cuidador, líder, protector... Pero cuando alguno de esos roles se termina, voluntariamente o no, puede aparecer un sentimiento de inutilidad o vacío.
“Cuando mis hijos se fueron, sentí que ya no tenía razón de ser.”
“Me separé y dejé de sentirme alguien valiosa.”
Los cambios en los vínculos y funciones pueden hacernos sentir desplazados, irrelevantes, incluso obsoletos. Si nuestro valor personal estaba muy ligado a “ser para otros”, la pérdida del otro nos deja sin brújula.
Ejemplos comunes:
- “Nido vacío” tras la partida de los hijos.
- Ruptura de pareja después de años de convivencia.
- Muerte de un ser querido al que cuidábamos.
- Cambios jerárquicos en el trabajo (de jefe a subordinado o retiro total).
Señales internas:
- Sensación de haber perdido el lugar propio.
- Dificultad para reconocerse sin ese rol.
- Tristeza ósea, cansancio crónico, descalcificación (“me estoy desmoronando”).
Reflexionemos:
- ¿Qué rol importante has perdido en tu vida? ¿Cómo impactó en tu autoestima?
- ¿Quién eres cuando no estás cumpliendo un rol para otros?
3. Autoexigencia excesiva: El castigo invisible de no ser suficiente
Vivimos en una cultura que premia la excelencia, la hiperproductividad y el sacrificio. Muchas personas se esfuerzan al máximo por ser “buenas madres”, “empleados ejemplares”, “parejas ideales”… pero sienten que nunca es suficiente.
- “Lo doy todo y aún así me siento insuficiente.”
- “Si no me exijo, no valgo.”
Esta creencia instala una relación condicionada con el valor personal: solo valgo si rindo, si cumplo, si soy mejor que ayer. Esto agota, desgasta y, muchas veces, enferma. El cuerpo, literalmente, empieza a quebrarse bajo tanta presión.
Manifestaciones físicas frecuentes:
- Dolores persistentes en articulaciones y huesos.
- Fracturas recurrentes.
- Sensación de rigidez extrema o sobrecarga (espalda, cervicales, piernas).
Reflexión interactiva:
- ¿Qué te exiges para sentirte valioso?
- ¿Podrías seguir valorándote aunque no cumplas con esas expectativas?
Reconstruyendo tu valor desde adentro
Todas estas formas de desvalorización profunda tienen un denominador común: la pérdida del valor propio cuando desaparece algo externo.
Pero tu esencia, tu valor real, no depende de un rol, una función o un resultado. Está en quién eres, no en lo que haces o representas.
🔔 Te invito a hacer este ejercicio diario (puedes escribirlo en un cuaderno personal):
Hoy reconozco que mi valor está en…
Hoy me permito soltar la exigencia de…
Hoy me reconozco como suficiente porque…
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